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La desigualdad en el acceso al vital líquido y al saneamiento sigue lastrando la vida de millones de personas en África, a pesar de la existencias de legislaciones avanzadas y de un diagnóstico preciso.
“En África, las mujeres recorren cada día esta distancia para conseguir agua potable”
Hacerlo no reduce únicamente la cantidad de trabajo y del tiempo dedicado a una tarea esencial para la vida, acceder al agua, sino que también ofrece margen para realizar otras actividades, tanto de ocio, como de formación y educación, de cuidados o generadoras de ingresos; además de liberar tiempo para descansar. En esto de acceder al agua potable, un derecho humano desde que en 2010 lo aprobara la Asamblea General de Naciones Unidas, los problemas y las desigualdades se entrecruzan o, tal vez, se suman.Por un lado está la dificultad propia del acceso, que afecta a gran cantidad de la población mundial. Por otro, quién se hace cargo de evitar que falte el agua en los hogares. En el África subsahariana, el 71% de la carga de recolección de agua para los hogares recae sobre las mujeres y las niñas. Y en tercer lugar, está el matiz económico, porque normalmente es en las zonas empobrecidas y rurales donde más barreras hay de acceso.
Entrelazar la lucha contra la desigualdad de género, con las mejoras de los servicios de acceso y saneamiento del vital líquido y con las inequidades económicas es por ello fundamental. El análisis quedaría incompleto si no se mencionan los problemas de salud que sufren las mujeres por cargar con agua, principalmente dolencias musculares o relacionadas con el sistema óseo, y la violencia a la que se exponen: los asaltos en sus largas rutas no son una anécdota. También corren mayor riesgo de ser atacadas por no disponer de instalaciones de saneamiento próximas y sufren las consecuencias de tabúes culturales sobre asuntos como la menstruación o la higiene. Si las mujeres no están en el centro de los cambios que se promueven, se corre el riesgo de perpetuar un reparto de roles injusto.
Cambios legislativos.
A medida que las mujeres y las niñas se ven afectadas de manera desproporcionada por las cuestiones del agua, suelen estar en mejor posición para identificar soluciones y desempeñar papeles clave que contribuyen al éxito de los proyectos de acceso en el terreno. Su rol es cada vez más reconocido. La alternativa mundial a los problemas de agua de calidad y de saneamiento pasa por incluir a las mujeres. Otorgar luz a la invisibilidad de su tarea, que es imprescindible.
La importancia del saneamiento
Las desigualdades en el acceso en las áreas urbanas y rurales son significativas. La distancia para ir a buscar agua en zonas rurales de algunos países de Africa puede ser de 25 kilómetros. Una imagen que me llevo conmigo, es la de mujeres y niños portando garrafas de plástico amarillas (inicialmente utilizadas para llevar gasolina). Los bombas manuales de agua en las zonas rurales son una solución interina aceptable, pero son escasas para la gran cantidad de necesidad de agua que existe en esas zonas, y se acaban estropeando( y así se quedan por largos periodos de tiempo).
Otra desigualdad que sufren también las mujeres, dentro de muchos territorios africanos, es la imposibilidad de un saneamiento adecuado durante los días de menstruación: “En áreas escasas de agua o en barrios marginales donde el agua es extremadamente costosa, las toallas sanitarias reutilizables no son una solución realista ya que no pueden ser lavadas. Sin una adecuada gestión de la higiene menstrual, las niñas suelen verse obligadas a perder cinco días escolares al mes, y lo mas importante, contraer alguna enfermedad.
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